jueves, 4 de diciembre de 2008

QUIERO CONTAROS



Quiero contaros una historia real que leí en una revista de una Ong hace poco. El echo transcurre, no es tan importante donde, en una ciudad cualquiera,aunque en este caso sea en una ciudad alemana, en el comedor de una universidad de allí, donde una joven estudiante germana, tras llegar con la bandeja de su comida a la mesa se da cuenta que ha olvidado los cubiertos. Se dirige otra vez al mostrador a por ellos y, al volver, se encuentra con sorpresa: que un joven negro se está comiendo con deleite su comida.
Pasada la sorpresa , la joven piensa que, ese joven negro está tan paupérrimo que no tiene ni el dinero suficiente para pagarse una comida en los económicos comedores universitarios ( para el alto nivel de vida de un alemán, claro). Así que decide sentarse frente a él con una amplia sonrisa. El chico se la devuelve, tímido. Ella, con desparpajo teutón,ni corta ni perezosa, comienza a comer también del plato. Y de ésta guisa y en armonía, entre sonrisas, se van comiendo en ordenado turno la ensalada , el pollo; el pan , la fruta. Una vez concluida la comida, el joven negro se levanta y se despide de ella con otra nueva sonrisa tímida.
Cuando el joven se va, la alemana descubre,¡¡ oh menudo chasco¡¡, en la mesa que hay justo detrás su abrigo colgando del respaldo de la silla y su plato de comida intacto.

La moraleja del cuento es que, quien pretendía estar dando una lección de solidaridad y civismo, en realidad fue ella quien la recibió. La joven pretendió demostrar su alto nivel de educación y acabó recibiendo toda una lección de quien se supone que proviene de un lugar atrasado, paupérrimo, a años luz de nuestro sacralizado occidente.
El punto de vista que desde Occidente se tiene de estos apartados rincones africanos, es que es tierra mal explotada por gente inexperta e inculta y que si no fuera por nosotros los benditos occidentales, no saldrían de la pobreza jamás, nosotros los cultos, ricos, poseedores de la tecnología, que nos puede enseñar un pobre negro... la respuesta es sencilla; a ser personas.

1 comentario:

sarah dijo...

Es una anécdota preciosa, sí. Por otro lado, deja muy clarito que nosotros no somos "la civilización". Somos una más, que, de momento, se ha erigido en juez y jurado de todo el mundo. Pero quedan otras comunidades, restos, testigos de otras formas de ser y estar más antiguas que la nuestra, bastante menos pretenciosas y más sabias que esta de la que nos vestimos con tanto orgullo. Y digo "de momento", porque estoy convencida que con nuestro paradigma actual no vamos a durar, porque cuestiono totalmente la calidad de "esa duración posible en el futuro" basada en un crecimiento económico imposible que, por contra, no solo no ha eliminado desigualdades sino que ha ahondado en ellas, con el plus de arrasar todo lo que no siga nuestras premisas.

Quizá me he ido un poco del tema, pero la anécdota de los estudiantes me lleva sin querer a todo esto. No estamos solos, no está bien que actuemos como si fuéramos dueños de todo el planeta.